Alejandro Reyes (29 años), alias Ruido, empezó a dibujar desde muy pequeño. La persona que le enseñó a agarrar el lápiz es hoy la que no está tan de acuerdo en que se dedique al grafiti: su padre.
Pero con 12 años de carrera, Ruido ha demostrado que el grafiti te puede llevar lejos, a cruzar las fronteras y a organizar uno de los festivales de murales más importantes del país. “Hace unos años éramos un problema, ahora somos una solución. El festival es bonito y todos quieren estar en él”, cuenta.
Cuando estaba en bachillerato conoció a alguien que hacía grafiti, ése fue su primer chispazo. Luego se encontró con un par de revistas y documentales sobre el arte callejero y sin pensarlo mucho se involucró.
Al inicio, sus padres pensaban que se estaba involucrando en las pandillas ya que esa es la idea generalizada que existe del grafiti. Pero poco a poco se fue haciendo notar, lo empezaron a invitar a otros barrios, luego viajaba a otros departamentos y con una beca de Mountain View se fue a conocer el arte urbano que existe en Nueva york, Brooklyn y Manhattan.
Ruido se autodenomina como traficante de pintura y libros. Es diseñador editorial, trabaja para la Editorial Cultura y todos los días está rodeado de libros “soy como traficante de pintura y libros, esas son las dos cosas que nunca me van a faltar”.
Mientras se desarrolla esta conversación, Ruido gestiona la entrega de botes de pintura mientras observa las paredes grises de la escuela que pintarán como parte del edición No. 8 de Bonito Mi Barrio, festival que empezó en 2007 junto a los artistas visuales Javier del Cid y Rodrigo Aguilar.
El grafiti y el arte
Para muchos, hacer grafiti es darse a conocer en la ciudad y que la ciudad conozca sus nombres, que las calles sepan de su firma, aunque no sepa de rostros.
El grafiti es un arte que tiene dos caras. La primera se trata de una reacción al sistema, al no conformismo y por eso se ven muchas firmas en paredes “hay mucho grafiti ilegal porque es una expresión de rebeldía, de no hacer caso a las reglas que nos imponen”, dice Ruido.
La otra cara del grafiti es lo que muchos conocen como el muralismo, que es todo el tratamiento urbanístico que ahora se ve en festivales o producciones dentro de edificios, restaurantes o, incluso, dentro de casas.
Para Ruido, el arte urbano es la expresión artística de ésta época, así como lo fue la pintura rupestre en la época de las cavernas, o el romanticismo a finales del siglo XVIII. “Si te pones a pensar cuál es el movimiento artístico que marca esta etapa del tiempo, es el arte urbano. En otros países ya no pintan murales, ahora pintan edificios y es el arte urbano el que marca esta etapa del tiempo”, agrega.
Esto ha sido uno de los objetivos del festival Bonito Mi Barrio, que el grafiti trascienda y empiece a ocupar espacios que no solo sean paredes excluidas de la ciudad. Pero a su vez, también ha funcionado para hacer una cohesión entre la gente. Para esta edición, decidieron trabajar junto con los vecinos que viven en los alrededores del Teatro Nacional y del Granero, cerca de la Terminal.
Ha sido un trabajo difícil, ya que a diferencia de otros años, esta vez hicieron una preparación previa con la gente, para tener su aval de pintar las paredes y que a su vez participen de esta actividad. Algunos aceptaron, otros no.
Con los años, Bonito Mi Barrio también ha sido un encuentro entre artistas. Sin desearlo, lograron que entre grafiteros se conozcan y que muchos le pusieran rostro a sus firmas. Al festival también han logrado traer a artistas de otros países como Ernest Toti del crew CDS California y a Ledania, una muralista colombiana.
Este viernes 3, sábado 4 y domingo 5 de mayo se llevará a cabo el octavo festival titulado Reino Plantae, una actividad para que toda la familia pueda acercarse al arte del grafiti y el mural.
¡Que lo distinto te encuentre!
